Tu mirada
tan limpia y tranquila
semejante al cristal de las más hermosas aguas
refleja esa armonía y serenidad de la que eres portador.
Tus movimientos:
la sincronía con el orden de la vida;
la adaptación y la flexibilidad ante el mundo que te rodea.
Tu alma fue el espejo mediante el cual vi crecer la semilla,
del amor y la afectividad que dentro de mi anidaban
Sangre de mi sangre
Padre de mi luz
Tú me enseñaste a dar…
A preguntar…
A comprender y respetar la vida
Así pues, siempre para mí serás,
símbolo de amor y libertad eternas.
A la semilla de mi semilla a 6 de septiembre de 1999.
Quienes tuvieron la fortuna de conocerte, saben que éstas en modo alguno son palabras gratuitas ––ni siquiera exageradas–– que un nieto le dedicaría a su muchísimo más que abuelo; pues a quienes tuvieron no ya la fortuna, sino la inmensísima fortuna de conocerte, no hace ninguna falta decirles lo difícil que les sería encontrar a una mejor persona que tú. Y es que una sola de tus miradas, bastó siempre para que incluso el hombre más ciego de corazón, intuyese el inmenso caudal de amor que dentro de ti anidaba.
Intenté seguir tu ejemplo. Hace ya algunos años atrás decidí dejarlo todo a un lado para tratar de corresponder la que siempre fue tu incondicional entrega no voy a decir hacia mí, que también, sino hacia los sabios dictados de tu corazón. Sin embargo no pude más que demostrar no estar a tu altura: no fui capaz de encontrar en mi interior ni el amor ni la paciencia necesarias para perseverar en el que, pese a la que terminó siendo mi derrota, nunca dejo de ser mi deseo: acompañarte y mantenerme a tu lado hasta el final del camino; hasta que llegase un día como el de hoy en el que tu alma emprendiera su mágico viaje hacia el misterio de la inmensidad.
Sé que al igual que yo, también tú supiste que nunca más volveríamos a vernos después de aquel abrazo bañado en aquellas emotivas lágrimas que comenzaron a correr por mis mejillas mientras que, a duras penas y entre trompicones, conseguí recitar los versos que en su día llegaron hasta lo más profundo de tu corazón. Ese fue nuestro quién sabe si último adiós.
A la mejor persona que jamás conocí: un hombre que
se ha marchado de este mundo de la misma forma que
pasó por él: sin molestar a nadie. Todo lo contrario;
somos muchos los nos quedamos en deuda con él.
PD: la situación con mi abuelo ha sido una de la razones por las que a lo largo de los últimos meses no he sido capaz de concentrarme o encontrar la inspiración necesaria para escribir y publicar nada nuevo. Supongo que debí de haber dicho algo a este respecto anteriormente, pero tampoco encontré el momento.